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La clave de la prosperidad (1ª parte)

Publicado en febrero 24, 2021 por Josep Castro

Todo el mundo anhela la prosperidad, aunque no todos aprovechan las vías que tienen a su disposición para conseguirla.

Todavía hay demasiada gente que confía mejorar su fortuna a la suerte. Pero ésta (la suerte) es caprichosa, y sólo premia a muy poca gente cuando lo hace; mientras que la gran mayoría no tiene más remedio que resignarse.

El único camino certero para la prosperidad deriva de la disciplina del ahorro, canalizándolo adecuadamente hacia las inversiones sensatas.

Y en todo este proceso, hay un elemento que juega un papel fundamental gracias a sus “mágicas” propiedades. ¿Sabes a qué me refiero?

El secreto mejor guardado

Warren Buffett, unas de las personas más acaudaladas del mundo y toda una leyenda de las inversiones, acostumbra a comentar que su prosperidad se debe principalmente a dos cosas:

  1. Al hecho de haber nacido en América (es decir, se refiere a tener la suerte de pertenecer a un país desarrollado)
  2. Y sobre todo, al interés compuesto.

Si, si, al interés compuesto. Ya sabes, aquella fórmula en que los intereses de un capital, producen nuevos intereses, y estos van creciendo, creciendo,… de forma exponencial;  hacia el infinito y el más allá.

Pero, para entender su verdadera “magia”, nada mejor que hacerlo mediante una clarificadora historieta. Espero que sea de tu agrado.

El rey que quería complacer a Sissa

Cuenta la leyenda, que hubo un tiempo en que reinaba un rey en una parte recóndita del Extremo Oriente, llamado Sheram.

Parece ser, que en una de las batallas que libró su ejército, causó baja su estimado hijo; la cual cosa le afectó sobremanera, produciéndole una profunda depresión.

Hasta que un buen día, se presentó ante él un súbdito llamado Sissa, quien le regaló un tablero y las correspondientes piezas de ajedrez.

El rey Sheram quedó fascinado con este juego de mesa, y poco a poco conseguiría superar su melancolía. En agradecimiento, decidió recompensar a Sissa con el regalo que más desease, pero éste agradeció el ofrecimiento, y modestamente dijo que no era necesario.

Sin embargo, el rey reiteró de nuevo su ofrecimiento, y tal era su insistencia que finalmente Sissa le comentó:

  • Muy bien majestad, mi deseo es que ponga un grano de trigo en el primer cuadro del tablero de ajedrez, dos en el segundo, cuatro en el tercero, y así sucesivamente, doblando el número de granos en cada cuadro hasta completar el tablero. Para finalmente entregarme la cantidad de granos de trigo resultante.

Tendrías que ver la cara del rey cuando oyó tal petición.

  • “¡Va! ¿Sólo eso? Mira que te conformas con poco”; le respondió el rey a Sissa, al tiempo que ordenaba a su asistente que preparase los granos de trigo para que fuesen entregados a Sissa.

Seguidamente ambos se fundieron en un entrañable abrazo y se despidieron.

Al día siguiente, el asistente del rey se presentó ante el monarca acompañado de uno de los matemáticos de la corte, ambos con cara de preocupación.

  • ¿Qué pasa? ¿qué son esas caras tan serias?
  • Majestad, tenemos un grave problema. Mucho me temo que no podremos servir su compromiso otorgado a Sissa.
  • ¿Cómo?, ¿Qué quieres decir? ¿Se nos ha acabado el trigo?
  • No es eso. Tenemos mucho trigo en el granero. La pasada cosecha fue excelente; pero aún así nos tememos que no será suficiente.
  • No entiendo nada. ¿Me estáis diciendo que no tenemos suficiente trigo para darle a Sissa? ¿Pero cuánto trigo hace falta?

En aquel instante, el asistente del Rey hizo intervenir al anciano matemático, dándole a éste el uso de la palabra, quien de forma categórica espetó:

  • Majestad, mis cálculos son irrefutables, y muy a pesar nuestro le digo que lamentablemente no sólo no hay suficiente trigo en el granero de la corte, para dar a Sissa; sino que tampoco en todos los graneros de los demás reinos del continente, y ni siquiera en todos los graneros del mundo entero.
  • ¿Pero qué cantidad de trigo le tenemos que dar a Sissa? ¿De cuánto estamos hablando.
  • Mire Majestad: rellenar el tablero de ajedrez poniendo un grano en una casilla, dos en el segundo, cuatro en el tercero, y así sucesivamente ir doblando la cantidad, hasta la última casilla, da una cantidad total de:

18.446.744.073.709.600.000 granos de trigo.

Esta cifra enorme representa unas 737.869.762.948 toneladas. Teniendo en cuenta que la producción mundial de un año normal es poco más de 700.000.000 de toneladas, se necesitaría las cosechas mundiales de más de 1.000 años, para satisfacer el deseo de Sissa.

El rey se quedó estupefacto. Y tras unos instantes en silencio, comentó en voz baja:

  • Vaya por Dios. ¿Qué me estáis contando? Menudo es este Sissa. Y eso que parecía una petición mísera: un granito de trigo, dos granitos, cuatro granitos,…

Finalmente, según cuenta la leyenda, Sissa renunció al regalo (mejor dicho, no tuvo más remedio). Digamos que su mayor satisfacción fue ver feliz de nuevo al monarca.

El crecimiento exponencial, aquí está la clave

Esta leyenda es un claro ejemplo de la potencia que representa el crecimiento exponencial, que se produce cuando una magnitud crece de forma constante a lo largo del tiempo.

Y es, justamente, en las entrañas de este relato donde radica la base matemática del interés compuesto; la cual hará crecer tus ahorros (bien invertidos) hacia cotas que ni puedes imaginar, si así te lo propones.

De aquí la importancia, de que tan pronto tengas tu economía en orden, pon tu dinero a trabajar duro para ti; aprovechando el poder y la magia del interés compuesto y que éste vaya creciendo de forma exponencial.

Próximamente: La clave de la prosperidad (2ª parte), en donde descubrirás por qué los ahorradores y los inversores obtienen resultados diferentes.

Foto de portada: Lou Levit

 

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El ROCE hace el cariño
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