Cada vez existen más personas partidarias de lo que se denomina “banca ética”, como contraposición a las entidades financieras tradicionales; las cuales tienen como principal objetivo la obtención de un beneficio económico.
Pero, ¿Qué se entiende por banca ética?
La banca ética se define asimisma como aquel conjunto de entidades financieras, que invierten en proyectos que:
- Mejoran la calidad de vida de las personas
- Sostenibles con el medio ambiente, e
- Impulsores de la cultura y acción social.
¿Qué actividades no son financiables por la banca ética?
En este sentido, la banca ética no comparte en absoluto el financiar a:
- Empresas vinculadas con las armas
- Productos adictivos o nocivos (como por ejemplo el tabaco y el alcohol), o
- Actividades no respetuosas con el medio ambiente (es decir, altamente contaminantes), etc.
En el siguiente vídeo, mi admirado profesor Arcadi Oliveras, lo explica muy bien:
¿Cómo actúa la banca tradicional?
En cambio, la banca tradicional no tiene ningún problema en financiar e invertir en este tipo de actividades, si se les asegura un retorno adecuado a su inversión.
No obstante, aparte de la cuestión ética y moral de la banca tradicional; lo que es verdaderamente importante es que actúe de forma justa y transparente.
Porque lo que realmente es inaceptable es que se maltrate a los clientes, que se les engañe, que se aprovechen de ellos y que en definitiva se les ignore.
¿Qué ejemplos inapropiados se observan?
A diario observo casos de mala praxis en la comercialización de productos bancarios, que se han “colocado” a personas que no reunían el perfil idóneo.
Se han “arrancado” conformidades no debidamente informadas, e incluso obtenido consentimientos por vía telefónica a contratos súper complejos que requerían de una detallada explicación presencial.
Actualmente la banca tradicional está focalizada en el tema de la digitalización global, con el propósito claro de reducir costes operativos.
A pesar de las ventajas evidentes que, sin duda, ofrece la digitalización de los bancos, no nos podemos olvidar de un inmenso colectivo de personas de edad avanzada que tiene obvias dificultades de interactuar por medios telemáticos y que difícilmente se adaptarán.
Y por supuesto, no es nada ético obligar a esas personas mayores a hacer sus operaciones exclusivamente por el cajero automático.
Tampoco no es nada ético, aplicar unas comisiones de administración y mantenimiento desmesuradas a ciertos colectivos (como jóvenes o pensionistas), porque no resultan suficientemente rentables.
Todo esto impulsa el fenómeno de la exclusión financiera, en donde mucha gente no se podrá permitir el lujo de mantener una simple cuenta corriente y tarjeta de pago, porque le freirán a comisiones.
Conclusión:
En definitiva, a pesar de que muchas de las entidades financieras tradicionales insisten en divulgar sus campañas de responsabilidad social corporativa a bombo y platillo, dista mucho de ser una banca ética y transparente.
Incluso, ya nos conformaríamos con que al menos fuese justa y amigable.