Hoy, 10 de Diciembre de 2018, se cumplen 124 años del fallecimiento de Alfred Nobel, que fue la persona que estableció la instauración de los premios que llevan su nombre y que son mundialmente famosos y conocidos.
El Sr. Nobel perteneció a una familia acomodada sueca, fue ingeniero, empresario e inventor. Y entre sus más de 320 inventos sobresale uno en especial: la dinamita.
Los premios Nobel fueron fruto de una casualidad, ya que unos años antes de su muerte, Alfred Nobel se quedó perplejo ante la sección de necrológicas de su diario leyendo: «A.Nobel, el causante de tanta muerte, ha muerto«.
Efectivamente el diario de la época confundió Alfred con su hermano Ludwig; pero fue tal la amargura que sintió al leer aquel obituario, que decidió legar el 94% de su fortuna (31 millones de coronas suecas) a todas aquellas personas merecedoras por sus avances en la medicina, física, etc.; expresando así su voluntad de resarcir el daño que con sus inventos infligió a la sociedad en su conjunto.
Desde 1900 la Fundación Nobel, creada a raíz de sus deseos testamentarios, gestiona y administra la amplia fortuna del legado de Alfred para que cada 10 de diciembre de cada año se puedan satisfacer los premios en metálico más prestigiosos del mundo, junto con la medalla y diploma de manos del monarca sueco, cifrados actualmente en 8 millones de coronas suecas (773.000€) por galardonado.
“Antes de la crisis financiera eran 10 millones de coronas, decidiendo rebajar un 20% las dotaciones de los premios, como medida de prudencia”.
Y esto ¿Cómo lo consiguen?
A parte de algunos ingresos marginales que pueda tener la fundación sita en Estocolmo, lo hacen posible gracias a los rendimientos que obtienen de las inversiones; ya que si hubiesen tenido la imprudencia de ir dilapidando el capital legado; ya haría años que no se celebrarían los premios Nobel. Así de claro.
Las inversiones de la Fundación Nobel se realizan con una vocación de larguísimo plazo (realmente el horizonte temporal es indefinido), en un mix de activos ampliamente diversificados, rentables y solventes (investment grade). Pero en ningún caso pueden ser en activos de escaso rendimiento, ya que quedarían vulnerables a la inflación.
Tampoco, pueden obstinarse en concentrar las inversiones en algún activo o instrumento financiero concreto, por más que fuese recomendado por mismísimos premios Nobel, como fueron el caso de Myron Scholes y Robert Merton; que con sus modelos matemáticos y econométricos llevaron a la quiebra el fondo de inversión Long Term Capital.
No cabe duda, de que debe ser difícil recibir la condecoración por parte de la Corona sueca, pero aunque mucha gente quizás no lo sepa, podemos conseguir nuestro particular premio Nobel de la prosperidad, en forma de retirarnos anticipadamente y disfrutar de nuestras pasiones. Y eso lo podemos hacer si ponemos en práctica las enseñanzas que nos ofrece instituciones como la Fundación Nobel, como son la:
– Generación de ahorro y control del gasto
– Visión a largo plazo (para no ser esclavos de la volatilidad)
– Foco en la rentabilidad y la solvencia
– Vivir de los rendimientos, preservando el capital
Y como cada año, es habitual la existencia de alguna sorpresa entre los premiados. En 2016, la música tuvo un especial reconocimiento en la obra de Bob Dylan, consiguiendo contra pronóstico el Premio Nobel de Literatura. Y este año, se ha suspendido y pospuesto la concesión de este mismo galardón por decisión de la Academia.
¡Cosas de los suecos!