Seguro que todos hemos escuchado alguna vez aquello de “lléveselo y si no queda satisfecho le devolvemos su dinero” ¿Verdad que si?
Ésta es una de las estrategias de venta más potentes que existen, puesto que nos están ofreciendo una garantía total de devolución que va directamente a nuestro “corazón”, o mejor dicho a la parte límbica de nuestro cerebro, en donde residen nuestras emociones.
Su antecedente proviene de la conocida técnica de la mascota (cuya versión inglesa se denomina “the Puppy dog” technique).
Veamos cómo funciona:
Imaginar un padre con su hija de 8 años ante un escaparate de una tienda de animalitos domésticos, y la pequeña se enamora de un cachorrito. No se sabe cómo, pero al final acaban entrando al establecimiento, y la pequeña se va directa a tocar a el perrito.
Inmediatamente el vendedor le dice que se lo puede quedar si así lo desean, ante la mirada atónita del padre.
La mascota, que también parece estar enseñada, se hace querer y le encanta juguetear con la niña pequeña.
El vendedor insiste en que se la puedan llevar unos días a casa, ofreciendo la condición de que, si tras el fin de semana deciden devolverla, lo podrán hacer sin ningún problema.
Para el padre no deja de ser una situación embarazosa, el hecho de presentarse a casa con la mascota, pero interiormente piensa: bien, si finalmente no encaja, la podremos devolver.
“Ante semejante plan, ¿cómo le puede decir que no a su hija?”
Lo cierto es que las tiendas que ofrecen este tipo de sugerencias (ya sean de mascotas o de otro tipo) saben bien que muy pocas familias devuelven finalmente la compra, porque en la mayoría de casos se acaba por mantener una relación emocional con el artículo comprado, que por diversas razones dificulta su devolución.
La pena de todo esto, es que pasado el tiempo, muchos de esos artículos comprados por impulso acaban por estorbar en casa; cuando lamentablemente ya es demasiado tarde para devolverlos.
Pero bien pensado, siempre es mucho mejor devolver las mascotas a la tienda, antes que abandonarlas a su suerte cuando nos cansamos de ellas. ¿No crees?